Es bueno renovar nuestra capacidad de asombro
_dijo el filósofo_. Los viajes interplanetarios
nos han devuelto a la infancia.
Ray Bradbury
presentación de Crónicas Marcianas.
¿Cuáles deberían ser los objetivos de la educación/ formación de hoy,
las utopías que debemos recuperar o inventar?
Estas son algunas
de las preguntas que han sido propuestas en el curso que estoy
comenzando para reflexionar...
Y entre los materiales, destacaba entre otras, también la
siguiente...
¿qué os gustaría que no se perdiese con la tecnología, qué debería estar
por encima de ésta?
La propuesta en algún momento mencionaba el hecho de "recuperar la
utopía" en concreto las utopías pedagógicas... Me ha parecido que las
preguntas apuntan y señalan un mismo núcleo: al ser humano que somos, el qué
hemos sido y el que desconocemos cómo será...
E inevitablemente la reflexión me lleva, en el inicio, a los clásicos...
Este recorrido hace una primera parada en la tensión socrática. Miro
dos polos, dos tensiones, que intuyo que la educación no debe perder:
_ La capacidad de asombro, la sugerencia de la pregunta.
Es el carácter más expansivo de esta tensión, la del cuestionar el saber
(saberes, información, los datos), la del "sólo sé que no sé
nada" que hoy podemos intuirla metamorfoseada. Percibida en
el momento en que apabulla el caótico caudal de información de nuestros
timeline varios...
Si estamos atentos, quizás la reconocemos en la tímida queja del inicio de
cualquier actividad pedagógica, en el "es mucho material", "no
sé por dónde comenzar", "qué fuente elijo", etc.
Este asombrarse, preguntar y percibir lo ignorado es el tesoro del cuál
Socrates planteaba el alumbrar "lo nuevo"... Creo que el retorno a la
infancia, el beta permanente, es algo que la educación no puede perder sin
perderse.
_ Un segundo polo, más intrínseco, es el del "conócete a ti
mismo" que proponía el filósofo.
Comienza a ser percibida (cada vez más urgente) la necesaria educación en
la intimidad, interioridad. Crear posibilidades de desconexión. Solitariedad
que no aislamiento. Dar cabida en toda pedagogía al pensamiento crítico, a la
autonomía y autoconocimiento, por tanto, al acto creativo. Creatividad que se
nutre y alterna entre el compartir y la producción solitaria, en ocasiones
artesana.
Otro alto en el camino reflexivo, me lo ofrecía el comentario de un compañero
del curso al hablar de la Ciencia Ficción y sus miles de futuros posibles... Un
marco para pensar lo que no queremos que se pierda con la tecnología... O
planteando de otra manera lo que queremos que permanezca...
Esta señal de mi compañero me ha remitido a mis lecturas de infancia de
Bradbury, Asimov o A. Clark y a los visionados de la serie británica Black
Mirrow o a la recién estrenada Oblivion. Sugerentes mundos que me invitan a
reafirmar una certeza, un mantra personal de poderosa fuerza pedagógica: Nada
de lo humano me es ajeno.
El educador, el formador, el animador o el curator (de contenidos) necesita
no perder de vista lo "humano". Humanidad que paradójicamente en
cada época adquirirá significados nuevos y referencias de siempre.
Un aspecto que deseo mencionar es la para mí "necesaria"
superación de la dualidad "lo natural" vs "lo técnológico".
Dualidad que aparece en muchos reclamos actuales. La descubro a diario en
conversaciones, en artículos de divulgación, etc. Relaciono con ello, además,
una característica que me parece imprescindible en cualquier pedagogía: la
de evitar el miedo. Me refiero a perder el miedo en el discurso
pedagógico.
No tener miedo al hecho tecnológico o a la tecnología. Lo natural, en los
seres humanos, es que seamos tecnológicos. Somos seres con tecnología,
creadores de tecnología porque somos seres abiertos, inacabados. Desde antes
del fuego, pasando por la imprenta. Creo que la tecnofobia, puede presentarse
como antipedagógica, por dos razones: porque la tecnología es parte de "lo
humano" y toda pedagogía por definición tiene que ser humanizadora y otra
por finalidad, ya que cualquier pedagogía presupone o necesita de la esperanza
como horizonte. Esta última mención es inspirada por otra necesaria, para mí, parada en el camino pedagógico: el detenerse a la sombra del árbol de Paulo
Freire. Dejo por tanto la "palabra", siempre actual, a él:
Es bueno renovar nuestra capacidad de asombro
_dijo el filósofo_. Los viajes interplanetarios
nos han devuelto a la infancia.
Ray Bradbury
presentación de Crónicas Marcianas.
¿Cuáles deberían ser los objetivos de la educación/ formación de hoy,
las utopías que debemos recuperar o inventar?
Estas son algunas
de las preguntas que han sido propuestas en el curso que estoy
comenzando para reflexionar...
Y entre los materiales, destacaba entre otras, también la
siguiente...
¿qué os gustaría que no se perdiese con la tecnología, qué debería estar
por encima de ésta?
La propuesta en algún momento mencionaba el hecho de "recuperar la
utopía" en concreto las utopías pedagógicas... Me ha parecido que las
preguntas apuntan y señalan un mismo núcleo: al ser humano que somos, el qué
hemos sido y el que desconocemos cómo será...
E inevitablemente la reflexión me lleva, en el inicio, a los clásicos...
Este recorrido hace una primera parada en la tensión socrática. Miro
dos polos, dos tensiones, que intuyo que la educación no debe perder:
_ La capacidad de asombro, la sugerencia de la pregunta.
Es el carácter más expansivo de esta tensión, la del cuestionar el saber
(saberes, información, los datos), la del "sólo sé que no sé
nada" que hoy podemos intuirla metamorfoseada. Percibida en
el momento en que apabulla el caótico caudal de información de nuestros
timeline varios...
Si estamos atentos, quizás la reconocemos en la tímida queja del inicio de
cualquier actividad pedagógica, en el "es mucho material", "no
sé por dónde comenzar", "qué fuente elijo", etc.
Este asombrarse, preguntar y percibir lo ignorado es el tesoro del cuál
Socrates planteaba el alumbrar "lo nuevo"... Creo que el retorno a la
infancia, el beta permanente, es algo que la educación no puede perder sin
perderse.
_ Un segundo polo, más intrínseco, es el del "conócete a ti
mismo" que proponía el filósofo.

Otro alto en el camino reflexivo, me lo ofrecía el comentario de un compañero
del curso al hablar de la Ciencia Ficción y sus miles de futuros posibles... Un
marco para pensar lo que no queremos que se pierda con la tecnología... O
planteando de otra manera lo que queremos que permanezca...
Esta señal de mi compañero me ha remitido a mis lecturas de infancia de
Bradbury, Asimov o A. Clark y a los visionados de la serie británica Black
Mirrow o a la recién estrenada Oblivion. Sugerentes mundos que me invitan a
reafirmar una certeza, un mantra personal de poderosa fuerza pedagógica: Nada
de lo humano me es ajeno.
El educador, el formador, el animador o el curator (de contenidos) necesita
no perder de vista lo "humano". Humanidad que paradójicamente en
cada época adquirirá significados nuevos y referencias de siempre.
Un aspecto que deseo mencionar es la para mí "necesaria"
superación de la dualidad "lo natural" vs "lo técnológico".
Dualidad que aparece en muchos reclamos actuales. La descubro a diario en
conversaciones, en artículos de divulgación, etc. Relaciono con ello, además,
una característica que me parece imprescindible en cualquier pedagogía: la
de evitar el miedo. Me refiero a perder el miedo en el discurso
pedagógico.
No tener miedo al hecho tecnológico o a la tecnología. Lo natural, en los
seres humanos, es que seamos tecnológicos. Somos seres con tecnología,
creadores de tecnología porque somos seres abiertos, inacabados. Desde antes
del fuego, pasando por la imprenta. Creo que la tecnofobia, puede presentarse
como antipedagógica, por dos razones: porque la tecnología es parte de "lo
humano" y toda pedagogía por definición tiene que ser humanizadora y otra
por finalidad, ya que cualquier pedagogía presupone o necesita de la esperanza
como horizonte. Esta última mención es inspirada por otra necesaria, para mí, parada en el camino pedagógico: el detenerse a la sombra del árbol de Paulo
Freire. Dejo por tanto la "palabra", siempre actual, a él:
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